La Corporación Héctor Abad Gómez fue merecedora de un premio otorgado por el Centro Nacional de Memoria Histórica, por la reconstrucción de un álbum de fotografías de la familia Abad Faciolince, que busca perpetuar por medio del testimonio fotográfico el legado  de Héctor Abad Gómez y con ello contribuir a que se mantenga vigente la memoria histórica de Colombia.


 

"Cuando asesinaron a mi abuelo en 1987, yo acababa de cumplir mi primer año de vida. Se puede decir, por lo tanto, que él me conoció a mí, pero que yo nunca llegué a conocerlo. No recuerdo nada de él, ni una mirada, ni una caricia, ni un gesto. Todo lo que sé de Héctor Abad Gómez (1921-1987) es porque me lo ha contado mi familia y, sobretodo, porque lo he visto en las fotos. Los álbumes familiares son para los nietos y los hijos muchas veces eso, la forma de conocer a sus antepasados y ver que sus abuelos y sus padres también fueron jóvenes, que también tuvieron novios, novias, amigos, que trabajaron, que viajaron, que cantaron, que vivieron intensamente, apasionadamente.

Recorriendo este álbum pude conocer la infancia de Héctor Abad Gómez, su noviazgo con Cecilia Faciolince, mi abuela, la relación con sus hijos, su vida de estudiante en la Facultad de Medicina, su labor social en Salud Pública, sus campañas de vacunación contra la Poliomielitis, su trabajo como profesor en la Universidad de Antioquia, sus salidas de campo con los estudiantes a los barrios populares de Medellín, su labor junto al médico Richard Saunders en la Fundación Futuro para la Niñez, sus viajes como consultor de la OMS (Organización Mundial de la Salud), su trabajo en la OPS (Organización Panamericana de la Salud), su lucha política, su amor por toda forma de belleza, por el ser humano, por la naturaleza. En algunas fotos pude observar su alegría, pero en muchos casos también su tristeza y decepción frente a un país en el que él confiaba.

Era un hombre altruista, creía en el ser humano, creía en el cambio. Mirando con atención puede verse una progresiva preocupación que va apoderándose de la expresión de mi abuelo cada vez más comprometido políticamente, un hombre que se mantuvo firme, que luchó por sus ideas, que como él mismo dijo, solo se arrodilló ante sus rosas. Nadie pudo callar esa voz libre, que en su programa radial “Pensando en voz alta” y en las protestas y marchas públicas que hacía, denunciaba los crímenes y la violencia que iba apoderándose de Colombia en los años 80 y que lo llevó inclusive a formar parte del Comité de Defensa de los Derechos Humanos, en sus últimos años de vida. Es sorprendente, a mi parecer, su extensa actividad en muchísimos campos y a lo largo de toda su existencia.

Vale la pena que este archivo esté en el Centro Nacional de Memoria Histórica, para que los colombianos tengan acceso a él y conozcan a un hombre que el mundo había olvidado y que solo recordó gracias al libro “El Olvido que seremos”, que su hijo, el escritor Héctor Abad Faciolince, publicó hace algunos años. Estas fotografías son una lucha más en contra del olvido, para que esa voz libre pueda seguir hablando, para que esas últimas fotos de su asesinato y entierro no sean una forma de callarlo, sino al contrario, de que sus palabras y luchas continúen". 

- Daniela Abad -